Insultos. Impacto.
La luz se esconde entre los azulejos,
testigos callados de los golpes.
La ilusión de encontrar un hueco, donde
esconderse, se esfuma con los gritos.
Lo espontáneo se hace piedra.
La frescura, sólo se percibe en las flores
marchitas del jardín.
El miedo es protagonista, comparte ese
rol con la culpa.
El llanto se escabulle entre las palabras
no dichas.
La soledad ocupa todo el espacio.
La historia se desarrolla adentro. Entre
las paredes salpicadas de negaciones.
Palabras contradictorias, acusadoras,
destructivas, dulces, pegajosas, punzantes, agrias, certeras, incomprensibles,
ácidas, hermosas, esperanzadoras, hipócritas, sensuales, únicas, aprendidas,
olvidadas, recurrentes, rojas, perfectas, mal terminadas, lineales, ajenas,
amables, amorosas.
Palabras vacías.
“Perdón. No pasará nada”.
“Me caí, soy muy torpe”.
“Fui yo. Fue sin querer”.
“¡No servís para nada!”
“Estúpida”.
“Arrodillate”.
Ruidos. Golpes secos. Gemidos
silenciosos.
Súplicas mezcladas con rezos.
Más golpes.
Más gritos.
Sin freno con ensañamiento.
Pausa indigna.
Luces de hospital.
Camillas, gasas. Sangre.
Palpitaciones, preguntas. Silencios.
“Cuando me golpea es el único momento que
me mira”.
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